domingo, 28 de junio de 2009

Para armar

"¿Porqué entré en el restaurante Polidor?
¿Porqué, puesto a hacer esa clase de preguntas,
compré un libro que probablemente no habría de leer"
62, modelo para armar de Julio Cortázar




El bar de la calle Paraná llamó mi atención, esas ventanas, esa sensación de entrar en otra dimensión, de viajar en el tiempo.

Y, efectivamente, los espejos, las charlas, la gente. Como el plato del día, pero los observo y me pregunto porqué, ¿Porqué entré en este bar? Pero hay algo que se resiste al entendimiento, algo más, como en tantos otros bares de esta ciudad.

El mismo entusiasmo que me llevó a comprar esa vieja edición del libro de Cortázar pero que sí leería. Las hojas, como espejos, como bares, atrapan.

miércoles, 24 de junio de 2009

Plaza del Congreso

Justo ahí, enfrente del Congreso, esa mujer permance, en su banco, su casa.
Tiene pilas de bolsas, ropa, está abrigada, hace frío.
Hoy, con dos grados de temperatura, la veo tomando algo caliente. En la pila de bolsas se destaca un cuadro de Jesús, ella lo mira y le dice: "Te vas a quedar sin trabajo".
Como tantos otros, como ella, quizás. Y enfrente está el Congreso pero todos están demasiados ocupados para mirar...

sábado, 20 de junio de 2009

Rejas

La librería se tomó el atrevimiento:


Percepción



Mira, se aferra de el brazo de su madre, con sólo cinco años viaja en ese cúbiculo con gente que la aplasta.
Baja, sigue mirando, desde abajo hacia arriba. Todo se ve grande, inmenso, de las garrapiñadas llega el olor y el ruido de la cuchara de madera golpeando la olla.
Ella sigue agarrándose del brazo, ve las palomas pero no las corre, sigue el vuelo con su mirada.
Un charco producido por una baldosa rota le produce una extraña alegría que deriva en saltos sobre el agua. La madre se enoja, pero la alegría continúa.
Un cochecito con un bebé pasa a su lado, lo mira, gira la cabeza para seguir el trayecto. Porque los chicos se animan a girar la cabeza, siguen con la mirada lo que les atrae, persisten en su asombro.

miércoles, 17 de junio de 2009

Ralenti

La gente camina rápido por la Capital, se cruzan, se chocan, se adelantan, se golpean. Pero siempre hay alguien que detiene la marcha. Esta vez fue una mujer de unos noventa años, con su bastón, la que me impidió el paso acelerado. Me vi obligada a seguirle el ritmo lento, me detuvo.
Esa mujer era atemporal y, su marcha, un fatal anacronismo.

miércoles, 10 de junio de 2009

Vagabundo



Una mañana fría en Buenos Aires, en la radio anuncian ocho grados y seis de sensación térmica.
El joven encapuchado y encorvado camina con mucha dificultad por Avenida Corrientes, dobla en Callao y con un esfuerzo sobrehumano logra sentarse sobre una pila de papeles. Se sienta sobre sus pertenencias, ese es su living. Cierra sus ojos, logra dormirse, permanece así por unos cinco minutos hasta que el diarero le pide que se vaya, tiene que colgar unas revistas.
El joven se levanta despacio, el diarero lo mira, le hace señas para que se apure pero le cuesta, le cuesta tanto.
Una silla por un joven indigente, la ciudad también tiene su propia economía.

domingo, 7 de junio de 2009

El juego de la silla




Los chicos giran alrededor de un grupo de sillas, mientras suena el tema musical, siguen en movimiento, pero cuando música se detiene, cada uno debe sentarse. Las sillas van disminuyendo a media que avanza el juego y el que no se sienta, pierde.

Los pasajeros ingresan corriendo a los vagones, se lanzan, se golpean, se aplastan. Una chica intenta salir en la estación de subte Carabobo, la aplastan, y el zapato se desliza a las vías, indignadísima, grita: “No puede ser, me tendrían que haber dejado salir… ¿A dónde está el gerente? ¡Paren el subte, paren el subte! Quiero mi zapato”. La chica se va rengueando.

El joven corre, aplasta a la anciana, golpea al nene con la mochila y se sienta.

Desde los auriculares de una mujer que está parada se escucha “Suavemente” de Elvis Crespo, pero todos disfrutan de su asiento y nadie se levanta a bailar.