viernes, 28 de enero de 2011

Las viejas

Dos personas se encuentran en la ciudad, a su manera, pero se encuentran. Y se vinculan, están juntas sin estarlo, por necesidad económica y afectiva.

La película “La vieja de atrás” cuenta esta historia con un gran manejo de la puesta en escena. El departamento de la vieja Rosa (con la impecable actuación de Adriana Aizenberg) es ella misma con sus rutinarias y mecánicas acciones. Y hay risas, muchas risas, es una película con la que uno se divierte en varias ocasiones gracias al choque generacional entre Rosa y el joven Marcelo (también con una gran actuación de Martín Piroyansky).

El logro de la película es la desnaturalización, logra poner en evidencia los rasgos de la vejez con todos sus matices, incluso los más crueles. Un ejemplo es el discurso xenófobo que Rosa desliza sin si quiera pensar en algún tipo de cuestionamiento. Y es Marcelo el que pone un espejo en la soledad de Rosa para que ella misma se vea reflejada, para mostrarle sus miserias, para enfrentarla con sus propios padecimientos, aunque él también también termine encontrándose en ese espejo... Al fin y al cabo juventud y vejez no están tan lejanas como parecen: ¿la soledad de Rosa es cosa de viejos? ¿la soledad de Marcelo es cosa de jóvenes? Soledad al fin, soledad a secas.

Para concluir, traeremos los comentarios del baño del cine. Estos baños suelen ser el lugar ideal para recuperar opiniones acerca de la película que se acaba de ver, como una especie de crítica rápida y concisa acerca de la impresión que causó. Las mujeres mayores medio enojadas dicen: “Eso no es la vida real, en la vida real hay sonrisas”. Mientras una lo dice otra aprovecha para entrar antes que una joven, se acaba de colar. Ninguna percibe a esa joven, se quejan, rezongan y a su modo ellas también son Rosa pero Rosa logró ver más allá, logró vincularse, ¿y eso acaso no es motivo de alegría? Cada una de esas mujeres está inmersa en su propia tragedia cotidiana (¿en la que sí hay tantas risas?) no lograron disfrutar el film, lástima.

lunes, 24 de enero de 2011

Así se baila



Bajaron del avión y se fueron directo al hotel con el micro de la agencia de turismo. La primera excursión: Museo Casa Carlos Gardel. Una de ellas inspeccionaba el lugar cuando el profesor de tango la invitó a bailar, en un principio se negó y mantuvo una brevísima charla: “Dos días mais aquí” pero después terminó escurriéndose en la pista. Habrán sido dos pasos que quedaron grabados en la cámara digital de la amiga. Probablemente esa foto se publique en Facebook con el título “Tango em Buenos Aires, muito bom”.

Vuelven al hotel, dos días más acá, solo dos días y todavía no pudieron perderse en la ciudad: del hotel al micro, del micro al taxi, del taxi a la excursión.

Quizás se vayan sin comprender que el ritmo del tango aparece…

entre apretujones de la línea A

en el cabeceo de la milonga

en las quejas del colectivero apurado

en los besos de una pareja en Avenida de Mayo

en el sabor del café a deshora

entre miradas, entre roces

en quejas de riachuelo

en la guitarra que extraña a Aníbal Arias

martes, 11 de enero de 2011

Pomeña citadina

“El sauce de tu casa
Esta llorando”


La primera vez que la escuchó fue en el festival de Jazz, en el patio del Centro Cultural Recoleta bajo la interpretación del Alejandra Martín Quartet.

Hay algo en esa canción que magnifica su percepción, le resulta conmovedora.

Busca la historia en Internet y piensa si acaso hay alguna muchacha en la ciudad cuyos ojos puedan transmitir eso mismo:


Mirando flores de alfalfa
Sus ojos negros se azulan”


Inmediatamente le vienen a la mente las cartoneras deambulando entre luces artificiales, todos esos soles y las lunas, las marcas del frío en las manos, las bocinas que aturden. Se les azula el alma quizás, se les corroe la mirada, pero siguen, siempre siguen ¿Y quién les va a cantar?…


jueves, 6 de enero de 2011

Huida


Deja su cuaderno abandonado, quizás lo olvidó.
Esas páginas retienen toda su memoria, son su pasado.
Alguien se lo lleva y mira el denso blanco de las hojas.

Nunca estuvieron allí pero esta inútil persistencia mía me impide olvidarlos.