viernes, 27 de mayo de 2011

Sabrás que



Tomaba té y esperaba quedarse un par de horas. Desmaterializar el tiempo de lectura, de escritura, VIDA, a oscuras del intento de realidades otras.
No explicar tanto, esto SE escribe, divaga.
La luz gris y los proveedores que entran y salen, hablan, dicen, saludan. La calle Florida es mucho más gris de mañana. El mozo habla con alguien, mucho, intentando ajustar su insatisfacción de la vida.
Insatisfacción. Los espejos interiores apenas pueden reflejar la luz anaranjada, mucho más VIVA que el tubo fluorescente.
El dueño (quizás dueño) habla con acento español, se queja de, intenta acotar la experiencia pero sigue hablando, continúa LA búsqueda.
¿Yo? No busco, son las palabras que me ahogan. El eterno silencio en blanco me asusta, no, no sé si susto. Quizás me salvan, en el silencio de lo que se está construyendo ahora en el bar de la calle Florida.
Otro fracaso, intento de huida, ese sentido absoluto que dice que ahí y ahora SOY. Nada, nunca me fui.

viernes, 20 de mayo de 2011

No robarás


Una serie de situaciones... ¿mal interpretadas?

Una mujer en un taxi luce la mitad de su hermoso chal de hilos de seda, mitad que puede observarse fuera de la puerta del taxi. Nuestra heroína para el taxi, hace señas, abre la puerta e introduce el chal adentro mientras le comenta la situación a la mujer. Anonadada, con cara de estupefacción, esboza una serie de palabras de agradecimiento.

La línea A la hora pico ayuda a que los pasajeros mejoren sus fuerzas, su dominio mental, los entrena para que logren entrar en los vagones en tiempo récord. Pero... hay riesgos y uno de ellos consiste en que alguna pierna, los brazos y/o las respectivas pertenencias queden atrapadas por las puertas. Nuestra ¿arriesgada heroína? empuja con fuerza a los cuerpos a medida que el tren avanza, una señora la mira y se le aleja entonces la ¿aprendiz de punga? intenta una explicación: "Que mal viajar así, encima peligroso".



Nuestra cansada pero... ¿muy coqueta heroína? camina hacia el final de una góndola y se agacha para ver un producto para el pelo, una de esas cremas que te lo dejan liso y sedoso, brillante, que lo protege del secador de pelo tan malo que es y quema quema. Se queda ahí sentada leyendo etiquetas hasta que una vendedora se aproxima y mirándola le dice fuerte: "Buenas tardes". La mirada es insistente así que se para asustada: "No no, yo no me robé nada".


miércoles, 18 de mayo de 2011

Shhhh

¿Cómo escribir después de haber leído a Clarice Lispector? No sabía, en ese extrañamiento de la lectura se había perdido a sí misma. Tampoco quería encontrarse, quería vivir en ese divague que la alejaba un poco de las cosas y la obligaba a verse en el proceso de escritura. Comenzaba a asomarse a la opacidad del mundo, a dejar de oponer resistencia a las inundaciones.

Irremediablemente volvía a sentarse a escribir pensando en la ciudad que la interpelaba en un siempre-nunca.

¿Qué miraba? ¿Cómo miraba? En cada una de las cosas se reflejaba a sí misma, ese Yo omnipresente, agobiante, que quería ser el impersonal it de “Agua Viva”.

“Estou de olhos fechados. Sou pura inconsciência. Já cortaram o cordão umbilical: estou solta no universo. Não penso mas sinto o it.”

Hay algo que se le escapa irremediablemente mientras observa otra cosa, se le escurre en la tenacidad de una contemplación unidireccional. La ciudad que no tiene nombre, la que se crea para destruirse a cada instante.