Podríamos decir que por la línea A continuarán circulando por muy corto tiempo los antiquísimos coches La Brugeoise. Podríamos decir que fueron construidos entre 1912 y 1919 por una empresa belga y que han transportado pasajeros de todas las épocas. Podríamos decir, pero no decimos, porque en estos días el patrimonio histórico ha pasado a convertirse en chatarra, en "los viejos de más de 100 años" o "los que afectan el servicio".
En estas épocas modernas los antiguos coches tiene que desaparecer, hay que destruirlos, venderlos por un muy buen precio al exterior o condenarlos a un reducto estéril e inmóvil de museo. Pero mientras los funcionarios se regordean desde sus oficinas los trenes aún sobreviven y circulan las vías en un andar persistente. Sublevados continúan atrapando pasajeros. Como le pasó hoy a la redactora de este blog, es decir, yo, que decidí hacer mi último viaje atemporal. Mi única intención era sacar algunas fotos para publicarlas.
Fui hasta la estación Perú y esperé que llegara alguno de esos antiguos trenes, poco a poco la nostalgia me fue venciendo y comencé a recordar. Todo lo que viví ahí adentro... como cuando las luces se van apagando y prendiendo los recuerdos se me volvían intermitentes. Y me subí rumbo a Plaza de Mayo para después retornar hacia Primera Junta, me subí en uno de los vagones del medio pero recordando los privilegios del primer vagón. Me cambié entonces y me ubiqué frente a la ventanilla. Seguí sacando fotos y el conductor me miró riéndose (sin recordar en ese momento otra entrada de este blog).
Unas paradas más adelante subió un nene de unos cinco años. Sentía que su asombro era también el mío aunque él lo expresara ante sus padres con un "Guaguuuu mamá mirá el tren que viene ahi. ¡Mirá, mirá!".
Y pensé en inventar alguna historia, algún personaje que deambule por estos coches. Pero me di cuenta de que cualquiera de esos personajes iba a ser yo. Yo con esta angustia de pérdida, con ese duelo persistente y la necesidad de decir que estos trenes que se van son tan míos como tuyos, nuestros. Y así nos van destruyendo de a poco dejándonos sin identidad, vacíos de historia pero tan modernos, relucientes, nuevitos.